Ir al contenido principal

Soledad y silencio

Siento que el mundo no es el mismo. Deseo verte de nuevo para contártelo, lo deseo con todas mis fuerzas. Llegar al pueblo, bajar del coche, correr hacia ti y abrazarte. Que todo vuelva a ser como entonces. Oír la calidez de tu voz, ver cómo tu sonrisa lo ilumina todo, acariciar la suavidad de tu piel y hasta escuchar tus silencios sabiendo que tú estás ahí. Durante esos momentos, ¡qué felices éramos!, sin ser conscientes de ello. Tu presencia me empujaba a sacar los mejor de mí misma y, contigo cerca, mi vida estaba en equilibrio. Tú hacías que yo brillara como una estrella.

Te contaría que ha aparecido un virus, se ha extendido por todas partes. Está sembrando miedo, dolor y muerte. El mundo se ha ido vaciando de besos, abrazos y cariños; se ha quedado gris y desolado y yo intento acoplarme a él. Ya no soy tan sonriente y radiante como antes. 

Vuelvo a mirar por la ventana por enésima vez. Las nubes grises se desploman sobre la ciudad y el día está tristón como yo. Me da por pensar en ti después de tantos años de tu ausencia. Lo tuyo era serenidad y sensatez, hasta que nos dijiste adiós. Entonces me di cuenta, mientras lloraba y te abrazaba con toda el alma, que te me ibas para siempre. Tú, mamá, que tanto me habías dado sin pedir nada a cambio. Y los pesares se me quedaron dentro. Cuántos momentos por vivir contigo se quedaron para un mañana que no llegó. Entonces, mientras tragaba las lágrimas, supe que lo había tenido todo mientras tú estabas aquí.  ¿Qué me quedaba ya?

Y un día, sin darme cuenta, me fui sintiendo mejor, y decidí que en adelante tenía que ser yo la que dejara esa impronta tan importante en los míos. Además, nadie se va del todo mientras alguien la recuerde y no solo estás en mis recuerdos, me basta cerrar los ojos para verte, sonríes y mis pesares se disipan. ¿Cómo puede el pensamiento tener ese poder? Tal vez se trate de otra dimensión que no se mide con el espacio o el tiempo que controlamos aquí. Gracias, mamá, por estar, por ser. Ya ves que estoy bien, pero hoy la nostalgia me ha pillado con el pie cambiado y me ha llevado por tristes derroteros. 

Un abrazo inmenso.
Safe Creative #2101186619975

Comentarios

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

A la deriva - Cuento de Horacio Quiroga

Ficha Técnica     Título: Cuentos de amor, de locura y de muerte    Autor: Horacio Quiroga    Género: Cuento    Editorial: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada    Año de edición: 1917    País: Uruguay    Resumen      El protagonista del cuento, Paulino, pisa una serpiente venenosa que le muerde en el pie. A causa de este incidente, inicia un viaje por el río Paraná hacia un pueblo vecino donde espera que le salven la vida.       Valoración personal        Horacio Quiroga mantiene en este cuento las tres constantes que le caracterizan como el gran cuentista que es: brevedad, intensidad y tensión constante.     Lo que más impresiona es la lucha por sobrevivir del protagonista al que, a veces, lo llama por su nombre y otras no dice nada más que “el hombre”. Como si a cualquiera de nosotros nos pudiera ocurrir lo mismo. Una lucha desesperada, por ganarle la batalla a la muerte, por no rendirse, aunque ...

La habitación de las llaves antiguas

La habitación de las llaves antiguas (fragmento)  de Elena Mikhalkova  Mi abuela una vez me dio este consejo:  Cuando los tiempos sean difíciles, avanza en pequeños pasos.  Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo lentamente.  No pienses en el futuro ni en lo que pueda pasar mañana.  Limpia los platos.  Limpia el polvo.  Escribe una carta.  Cocina sopa.  ¿Ves eso?  Sigue adelante, paso a paso.  Da un paso y luego haz una pausa. Toma un descanso.  Valórate a ti mismo.  Da el siguiente paso.   Luego otro.   Apenas lo notarás, pero tus pasos se harán más largos.  Hasta que llegue el momento en que puedas volver a pensar en el futuro sin llorar. (Elena Mikhalkova, escritora Rusa, nació el 1 de abril de 1974).

Un mundo de Ángeles Santos

Este cuadro ha sido restaurado recientemente y se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid. «Un mundo», dijo la autora que representa. Por cierto, se llamaba Ángeles Santos y lo pintó con tan solo diecisiete años, una artista precoz donde las haya. ¡Qué no se hubiera dicho de ella en 1929 si hubiera sido un varón! Eran otras épocas; de la mujer se esperaba que se casara y fuera amante esposa y una madre solícita, no una artista del vanguardismo. De todas formas, el monumental lienzo de nueve metros cuadrados tiene tanto magnetismo que fue la obra que más sensación causó en el madrileño Salón de Otoño de 1929. Los especialistas se rindieron ante su genio precoz y recibió los elogios de la intelectualidad del momento.    ¿Qué tiene esta pintura para que nos llame tanto la atención? ¿Es su aspecto de pesadilla? ¿Su monumentalidad? La miro desde la distancia. El cubo terráqueo está tan cargado de objetos que a duras penas se sostienen por la velocidad a la que se mueve; pare...

Al amanecer

Cantan los pájaros en la plaza  Y sus trinos nada piden  Tan solo festejan  El amanecer del día  Que nos saque de la noche oscura

El calamar rojo gigante

Leer más relatos aquí Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida.  Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total.  Hecha un ovillo, se sentó en uno de lo...