Querido cerebro, por favor, no pienses tanto por la noche, necesito dormir. En mis noches sin sueño, te encanta poblar de creaciones mi cabeza. Un personaje se agita, otro alarga la mano para que se la coja, el de más allá se hace un hueco dando codazos… Creaciones que se disputan con uñas y dientes la existencia y buscan la rendija por la que salir vestidas de tiros largos para ser presentadas en sociedad. Dame una tregua, por favor. Necesito descansar.
Eres muy bueno creando contenidos. De ir por libre, la revista Forbes te nombraría influencer destacado. ¿No te das cuenta de que no puedo levantarme cada dos por tres para anotar las ideas que me soplas al oído? Y así, ¿qué pasa, querido cerebro? Mi cabeza empieza a tener una tremenda confusión. Esto lo tenemos que parar. Ni me dejas descansar con tanto trajín, ni yo me acuerdo de nada cuando me siento ante la página en blanco. Tan solo un sentimiento de algo que me gustó, pero que no puedo concretar en nada porque ya murió. Lo que me enfurece todavía más.
Mira, lo tuyo son ideas y las ideas vuelan. Lo mío es vestirlas con palabras y las palabras se resisten. Entonces los personajes se quedan sin voz, sin ilusión y se pierden en el olvido. Devuélvelos al lugar del que salieron para que no cargue sobre mi conciencia la culpa de no haberlos engendrado. Estoy segura de que, en su limbo, serán felices.
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