Para comenzar esta nueva andadura, en el VadeReto de este mes, nos sugieren este título e imagen para que nos inspiren un relato esperanzador y optimista.
En aquel pueblo, la naturaleza desbordaba en diferentes tonalidades de verde. Las montañas se elevaban majestuosas, los árboles susurraban secretos ancestrales, y se escuchaban los cencerros de las vacas junto a los trinos de las aves escondidas entre las ramas. Hasta los ojos de las personas reflejaban el verde que impregnaba cada rincón.
Debido a esa percepción cromática, tan antigua como su lengua, no inventaron un término para designar ese color, era hegemónico, por tanto, no lo necesitaban. Nombraban el color cuando algo destacaba: el sol era amarillo; las casitas, blancas; las personas mayores vestían de negro; y los jóvenes, de varios colores.
Un día llegaron al pueblo unos señores con sombreros en vez de boinas, zapatos en vez de abarcas, y trajes con corbata en vez de los blusones de los hombres del lugar. Montaron unas máquinas rugientes que, arrasando la vegetación y talando los árboles, devoraron los montes y todo se tiñó de negro, el negro del carbón que extraían. Cuando el carbón se acabó, una polvareda envolvía la hilera de camiones y vehículos que se alejaban del pueblo por el camino sin asfaltar. Dejaban tras de sí un paisaje desolador y sombrío.
El pueblo, ahora, privado de su esplendor natural, se enfrentaba a un futuro incierto.
Los del lugar, con lágrimas contenidas, contemplaban atónitos el desastre. Verse envueltos en aquella atmósfera gris, los enfermaba; pero ya nada tenía arreglo. Muchas familias emigraron y los que se quedaron tenían que recorrer kilómetros para llegar a las fábricas a trabajar.
Fueron los niños los que, con determinación, se propusieron devolver al pueblo su antiguo aspecto. Asumieron la tarea de plantar un árbol en torno a la fuente de la plaza, su antiguo lugar de juegos. El líder de esta hazaña fue Aitor, un niño de ojos resplandecientes que recordaba lo bonito y alegre que había sido antes ese sitio. Reunió a sus amigos y les contó su idea. La vivaracha Naroa fue la primera que soltó un sí tan fuerte que retumbó en la pared del frontón; después, la siguieron todos los demás. Entusiasmados, emprendieron la labor titánica de devolverle al pueblo la vida que el carbón le había arrebatado. Cavaron hoyos, humedecieron la tierra y con sus manos infantiles pusieron las semillas y las taparon. Sus pequeños dedos acariciaban el terreno abonado con la esperanza de ver renacer la vida. En abril, durante la floración, el tiempo se suavizó y empezaron a aparecer signos de que las semillas habían germinado. Era solo el comienzo. Durante días y noches, trabajaron incansablemente, regando, abonando, cuidando y protegiendo a los frágiles brotes para que creciesen ante la adversidad.
El tiempo pasó, y se convirtieron en árboles jóvenes que fueron ramificándose desafiando al negro del carbón. Los niños observaban con orgullo su proeza y quisieron ponerle un nombre a esa mancha de color que ocupaban sus tilos, fresnos y hayas. Como no lo tenían, asumieron la palabra “Berdea” de los pueblos vecinos con los que ya habían realizado intercambios para conseguir las semillas.
Al ver aquel puñado de plantas que alzaban sus ramas sin modestia alguna, los ojos de los mayores brillaron de nuevo con el verde que nunca debió haberse desvanecido. Causó sorpresa en los hombres que, tan taciturnos habitualmente, fueron quitándose las boinas como cuando entraban en la iglesia y se quedaron un buen rato sin decir nada. En las mujeres, de pronto, su emoción contenida se desató en lágrimas que intentaban disimular con la punta del delantal. Todos se unieron a la causa de los niños y, juntos, grandes y pequeños, empezaron a trabajar para sanar las heridas del paisaje de su pueblo.
Por tu precioso y reconfortante relato, diríase que VadeReto y El Tintero de Oro se han unido de nuevo para sacar un reto en común.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Chema, no han salido unidos, pero en el mensaje a mí me parece que han coincidido. De hecho cuando escribía este relato tenía a los dos presentes y así me ha salido.
EliminarUn abrazo!
Hola, María Pilar.
ResponderEliminarSiempre hacéis brillar el VadeReto y lo enriquecéis con vuestros cuentos. ¡Qué preciosidad!
Me sentí unido a esas mujeres, pero no encontré el delantal para disimular. ;)
Tu cuento me ha recordado «El hombre que plantaba árboles», de Jean Giono. Una preciosa alegoría al poder de un primer, aunque pequeño, paso.
Creo que los niños necesitan participar de la puesta de esa primera semilla. ¡Es tan importante que se sientan implicados en la regeneración del mundo!
Me ha encantado el verde de tu historia. Verde de la Naturaleza, Verde de la Esperanza.
Ojalá se haga realidad en tantos sitios como es necesario.
Muchísimas gracias por esta historia Berdea para barrer el gris de ese temible futuro tan vaticinado.
Abrazo color pistacho.
Hola, Jose, no conozco el cuento que citas, lo voy a buscar porque tiene un título hermoso. Gracias a tu propuesta salió este cuento. Gracias por ello.
EliminarUn abrazo!
Hola María Pilar, Aitor, tuvo una gran idea, plantar árboles. Tras la masacre que hicieron los madereros con los bosques, dio una nueva esperanza que dio su fruto. La imagen de las mujeres cubriendo sus lágrimas con el delantal es emotiva y demoledora. Me encantó. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHola, Nuria. Un pequeño primer paso para regenerar este mundo de guerras, incendios y abusos de poder. Tomar conciencia de lo que ocurre y la unión hace la fuerza. No se puede esperar a que otros vengan a arreglarlo. Cuando vienen es para sacar beneficio propio.
EliminarUn abrazo!
Linda historia de como un pequeño cambio ayuda un motón. Te mando un beso.
ResponderEliminarGracias, Citu. Otro beso va de vuelta.
EliminarHola María Pilar. Que bella esta imagen: "Hasta los ojos de las personas reflejaban el verde que impregnaba cada rincón." Un abrazo 🐾
ResponderEliminarGracias, Rosa. Un abrazo!
EliminarLa verdad es que escribes de lujo. El relato me ha encantado, sobre todo por lo esperanzador que resulta.
ResponderEliminarGracias! Encantada de que te haya gustado. 🌹🌹🌹
Eliminar"Sanar las heridas del paisaje", ese era el objetivo. Y tuvieron que cumplirlo los niños precisamente, esos seres que debían haber recibido toda la protección y el respeto para garantizarles un buen futuro si las cosas seguían como hasta entonces. La unión, la solidaridad, las buenas iniciativas, son el motor de las mejores acciones, esas que conducirán a los herederos de nuestro planeta a protegerlo de la barbarie descontrolada que los adultos estamos vertiendo constantemente sobre él.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias,Themis. El mundo que les vamos a dejar están gris que tengo la esperanza que ellos puedan darlo la vuelta.
EliminarUn fuerte abrazo!
Un precioso relato que invita a reflexionar sobre la actual situación de nuestro planeta. Estoy de acuerdo con Macondo, el color -concretamente el verde, casualmente el tema del Tintero para este mes- está muy presente en tu relato, como debe ser si se habla de árboles. Un texto esperanzador. Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Gracias, Lady_p. Aquí se trataba de ese grito de dolor de la Naturaleza y la esperanza en la generación venidera porque la actual parece que solo sabe el lenguaje de las guerras. Triste realidad. Un abrazo!
EliminarMaría, siempre siempre tienes esa magia, habilidad, frescura de utilizar y entrelazar las palabras a tu antojo, de lo cual sale lo que decididamente es un LUJO. ¡Qué bien manejas el lenguaje! Y el tema, por supuesto, saca de ti lo mejor.
ResponderEliminarTe mando un gran abrazo este Enero frío.
Gracias, Maty. ¡Qué bonito lo que me dices! Que la inspiración no nos falte para que podamos seguir leyéndonos. Un abrazo cálido en un enero blanco de nieve.
EliminarTodos los grandes cambios necesitan un lider decidido e inevitablemente el resto de gente se les añade a sus nobles causas! Je je! Un abrazote!
ResponderEliminarHola, Marifelita, así es, se necesitan líderes para dirigir la sanación de las heridas de este planeta. Tal vez, tal vez, la siguiente generación lo sepa hacer mejor que la actual. Abrazos!
EliminarLo utópico de tu relato nos deja ese saborcillo de que sí se puede.
ResponderEliminarHola, Oswaldo, a veces escribir es una vía de escape para expresar aquello que en la vida real parece imposible. Me gusta lo de "ese saborcillo de que sí se puede".
EliminarLos niños, siempre son los niños quienes siembran la vida a su alrededor ¿Qué es? ¿La pureza de sus almas, la naturalidad de su actitud ante la vida aún no perturbada? A ese mensaje esperanzador que lanzas tan bien descrito y lleno de ilusión, lo que por supuesto comparto, yo añado también una inquietud y es que los niños de hoy están cada vez más influenciados por el entorno cargado de negatividad y no buenas experiencias de vida en algunos casos (cada vez más).
ResponderEliminarEs mi impresión personal y por lo tanto, sujeta a una subjetividad clara.
Pero aparte lo anterior, esos niños de tu preciosa historia intercambiaron las semillas con los pueblos de alrededor, lo que habla de una labor de la que debíamos tomar ejemplo para que cada cual haga lo que pueda por mejorar el presente para poder mejorar el futuro del planeta.
Agradezco tu lindo mensaje, tan positivo y cargado de fuerza, una aportación extraordinaria al Vadereto de este mes y primero del año.
Muchas gracias por aportar buenos contenidos.
Un abrazo.
Hola, Marcos, claro que los niños de hoy están cada vez más influenciados por el mundo adulto. Al escribirlo he dejado que la imaginación esperanzada no fuera ahogada por la realidad cruda en la que vivimos.
EliminarGracias por tu comentario tan reflexivo porque se nota que has leído el relato en su profundidad.
Un abrazo!
¡Hola, María Pilar! Desde luego que este bello relato cumple de sobra el objetivo de la esperanza. Esos niños, cual Ave Fénix, fueron capaces de sembrar en las cenizas. Y es que a veces las soluciones a los grandes problemas son realmente muy sencillas, solo basta la honestidad y el arrojo de los niños para aplicarlas. La pena es que por no se sabe qué motivo, cuando esos niños crecen y se convierten en adultos parece que olvidan lo que fueron.
ResponderEliminarQuizá lo que debamos hacer es que los adultos volvamos a ser niños y nos demos cuenta de que para espantar la oscuridad lo único que hace falta es encender una vela.
Magnífico relato. Un abrazo!!
¡Hola, David! Arrojo y honestidad, ahí es nada. El motivo por el que los niños cuando crecen olvidan lo hermoso de su manera de actuar, para mí, se llama educación: en las familias, en la sociedad, en los colegios. Hace poco el informe Pisa nos ha señalado por los malos resultados obtenidos según sus parámetros. ¿Quién diseña esas pruebas? La OCDE. Por tanto evalúa habilidades y conocimientos de lectura, matemáticas y ciencias. Personas formadas para no quedarse fuera del sistema capitalista. ¿Por qué no evalúan la creatividad? Las personas creativas tocan las emociones, a mi parecer, el motor de cambio del mundo.
EliminarVaya, que me he quedado a gusto.
Lo de encender una vela en la oscuridad, es una imagen potente. Me ha encantado.
Un abrazo!!
Un relato precioso, lleno de ternura y preñado de un gran mensaje: el futuro está en los más pequeños y también que trabajando unidos se pueden lograr grandes cosas. Muy bien narrado, me gustó mucho.
ResponderEliminarGracias, Ana. ¡Qué reflexión tan bonita me dejas!
EliminarUn cálido abrazo desde este frío polar del norte!
Un buen relato ecologista. Son necesarios más relatos así para concienciar a la gente. Un abrazo
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu opinión. Un abrazo, Fede.
EliminarExcelente relato María Pilar, a veces los pequeños cambios te favorecen la vida. Un relato para reflexionar. Feliz día. Un beso
ResponderEliminarEncantada de que te haya gustado, Carmen. Un beso!
EliminarHola María Pilar.
ResponderEliminarUn pequeño paso para unos gigantes que hicieron renacer la naturaleza con toda su fuerza y su berdea en el pueblo donde " los árboles susurraban secretos ancestrales, y se escuchaban los cencerros de las vacas junto a los trinos de las aves escondidas entre las ramas." ¡Encantadora descripción de estos pueblos entre montañas y bosques!
¡Tenían que ser los niños quienes reaccionaran! Con imaginación, creatividad, sentido común, esas materias que no puntúan en los exámenes, pero tan necesarias para hacer renacer nuestra sociedad. Precioso cuento para contar en las clases.
Un abrazo.
Marlen
Hola, Marlen. Precioso el análisis que haces del cuento. Gracias. Un abrazo!
EliminarA mi también me han brillado los ojos con este precioso relato. Me he alegrado muchísimo con la iniciativa de estos niños, pues gracias a ellos todo puede volver a renacer.
ResponderEliminarPrecioso. Abrazo enorme
Gracias, Amaia. Un fuerte abrazo!
Eliminar